Cambio climático, futuro comprometido
SIETE DÍAS Este lunes, en Cancún, se instala la 16° conferencia de la ONU sobre el cambio climático. Pese a las muestras cada vez más contundentes de los daños que el hombre le inflinge al planeta, los acuerdos para frenarlos lucen inalcanzables
Silenciosamente, cientos de miles de kilómetros de corales han muerto en todo el planeta. Como si estuvieran afectados por una epidemia misteriosa, arrecifes del Caribe, de Australia y más recientemente de Indonesia han adquirido un mórbido color blanquecino, señal casi inequívoca de su destrucción. El área dañada es de 127.000 kilómetros cuadrados, equivalente a la de un país como Nicaragua. La causa, según han determinado los biólogos, fue un cambio en la temperatura del mar, en algunos casos de menos de 1° C.
El futuro no es nada esperanzador para estos organismos, pues de continuar el aumento de los termómetros, como está ocurriendo, se anticipa que desaparecerán en 2070. "El resultado es que en muchas zonas del planeta no habrá protección contra el aumento del nivel del mar, una de las funciones que cumplen los arrecifes", advierte Jan Kappen, coordinador del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, con sede en Panamá.
Otros ecosistemas viven también momentos de agonía. Es el caso de los glaciares suramericanos, una reserva natural de agua potable de la que poco se habla. "La masa glaciar de la Patagonia, en Argentina, ha retrocedido hasta 35% en los últimos años. Lo mismo ocurre en montañas de Perú, Colombia y Chile. En los próximos 20 a 30 años se pueden perder los glaciares más importantes", señala Kappen.
Para quien busque más señales de los efectos perniciosos del cambio climático, el funcionario cita algunos ejemplos registrados por los expertos desde 1970 hasta 2009: el número de tormentas se ha multiplicado por doce y el de inundaciones suma cuatro veces más.
"Estamos frente a una gran encrucijada", indica José Sarukhán Kermez, coordinador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad de México.
"¿Cuáles son los motores de lo que ocurre? El crecimiento poblacional, que impulsa una demanda muy grande de energía y de recursos. Ya sumamos 6,7 millardos de seres humanos y usamos 1,3 veces la capacidad del planeta. Para 2050, las proyecciones indican que seremos 9 millardos de personas y, con las exigencias de consumo actuales, necesitaremos los recursos equivalentes a 4 planetas Tierra para sobrevivir".
El colapso parece inevitable y las negociaciones para tratar de frenarlo, difíciles. Las conversaciones globales sobre el tema se reanudarán a partir de mañana en Cancún, México, durante la 16° conferencia de las partes firmantes de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que tratará de borrar el sabor amargo que dejó la reunión anterior, efectuada en diciembre pasado en Copenhague.
Punto de partida. En 1979 se celebró la primera Conferencia Mundial sobre Clima, en la que se presentaron informes contundentes sobre la injerencia del hombre en las alteraciones del ambiente. Pero hubo que esperar hasta 1990, cuando se publicó el Primer Informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (un grupo de expertos convocado por la ONU para analizar el fenómeno), para que se pusieran en marcha las negociaciones que arrojaron la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se firmó en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, con la adhesión de 188 países y la Unión Europea.
Desde entonces, periódicamente, se reúnen las partes firmantes de la convención con el propósito de alcanzar acuerdos que permitan frenar la contaminación que impulsa el cambio climático. Aunque los pactos parecen urgentes, no luce así el ritmo de las negociaciones, a menudo engorrosas y llenas de lobbies.
Mañana, en Cancún, volverá a ponerse de relieve el gran obstáculo para avanzar en los acuerdos: la renuencia de llegar a convenios sobre la reducción de los gases de efecto invernadero de los dos países más contaminantes, Estados Unidos y China, que no figuran como firmantes del Protocolo de Kioto, el pacto global que, precisamente, intenta poner coto a esas emisiones. "Ninguno de estos dos países ha aceptado un acuerdo para limitarlas o reducirlas en un determinado tiempo", recuerda Christiana Figueres, actual secretaria de la Convención de Cambio Climático de la ONU.
Por ello, son pocas las expectativas de que en el balneario mexicano se llegue a acuerdos sustantivos, admite Benito Jiménez, director de cambio climático de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, el país anfitrión. "Se deben tomar medidas para que la temperatura no aumente más de 2° C en los próximos años, pero no hay ningún acuerdo en la mano jurídicamente vinculante (que acarree sanciones al que lo incumpla)", señala.
Para el venezolano Juan Carlos Sánchez, coganador del Premio Nobel de la Paz por haber participado en el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, las negociaciones están actualmente bloqueadas. "La esperada ley de energía limpia de Estados Unidos no va a salir a discusión después del resultado de las elecciones parlamentarias en ese país. Y si los estadounidenses no ponen nada sobre la mesa, China tampoco va a hacerlo", asegura.
La situación se complica aún más en un entorno de recesión económica. "La reducción de emisiones requiere muchísima inversión en nuevas tecnologías. Se trata de una transición costosa y no es el mejor momento para emprenderla", dice. Los otros actores de la conferencia, como el resto de los países emergentes, con la India a la cabeza; la Unión Europea, el G-77 (que agrupa a algunos de los países más pobres y afectados por los eventos climáticos) y el grupo del Alba, en el que se inscribe Venezuela, tienen sus jugadas condicionadas a los movimientos de los dos gigantes, indica Sánchez.
El panorama alimenta el pesimismo de expertos como Rodolfo Lacy, coordinador de programas del Centro para Estudios Estratégicos de Energía y Medio Ambiente, con sede en México. "Desde 1990, cuando se firmaron los primeros acuerdos, se ha duplicado la cantidad de CO2 en la atmósfera", señala. "A pesar de todos los discursos seguimos emitiendo gases de efecto invernadero".
Suben los termómetros. El principal indicador de la presión que la actividad humana ejerce sobre el clima es, precisamente, el nivel de dióxido de carbono y otros gases que contribuyen al efecto invernadero, debido al cual la atmósfera terrestre retiene más calor. Los registros señalan que a partir de la era industrial, la concentración de CO2 en la atmósfera, medida en partes por millón, ha aumentado de manera vertiginosa. "Este año ya alcanzamos la cifra récord de 386,6 partes por millón y vamos rumbo a 700, una cifra suicida", advierte Sarukhán.
El límite, recomendado por los expertos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, a las concentraciones del gas sobre la atmósfera fue de 450 partes por millón, para evitar un aumento de las temperaturas por encima de los 2° C.
El mismo panel concluyó en su último informe, emitido en 2007, que la temperatura aumentará 3° C en este siglo dos veces más que en la era preindustrial si no se logran detener las emisiones de gases de efecto invernadero. Las consecuencias son imprevisibles.
"La dificultad para explicar los efectos del cambio climático, aun si el mundo toma las medidas que se han recomendado, es que entramos en el terreno de las probabilidades", señala Lacy. Para explicarse, muestra lo que se denomina la "ruleta del clima", desarrollada por Ronald Prinn, del Instituto de Tecnología de Massachusetts. De acuerdo con esta metodología de cálculo de probabilidades, si no se toma ninguna medida adicional para reducir los gases de efecto invernadero, las temperaturas podrían aumentar hasta 7° C, con consecuencias catastróficas. Pero incluso si se toman previsiones y se logra estabilizar las emisiones de CO2 hasta 550 partes por millón, los termómetros podrían superar igualmente la temida frontera de los 3° C, con algunos efectos temibles que ya pueden anticiparse, como la pérdida de ecosistemas, entre ellos alrededor de 30% de las marismas costeras, la extinción de organismos como los corales e inundaciones y sequías generalizadas.
Sánchez considera que algunas señales del desastre podrían jugar a favor de las negociaciones en Cancún. "Las recientes inundaciones en Pakistán, que afectaron a un tercio del territorio, pueden considerarse como la catástrofe climática más grande de la historia. Dejaron 14 millones de damnificados y pérdidas de alrededor de 43 millardos de dólares". Pone en la lista también los incendios que asolaron Moscú, que vivió el verano más caluroso de su historia, con temperaturas récord de 37,2° C.
Avance posible. Lacy señala que, además de algunas medidas urgentes como "secuestrar" carbono de la atmósfera (mediante la reforestación, por ejemplo), migrar hacia fuentes renovables de energía de manera intensiva, reordenar el crecimiento urbano y el transporte, aumentar la eficiencia energética de las máquinas entre ellas los automóviles, que podrían ser híbridos, eléctricos o impulsados por energía solar y aplicar severos impuestos a la emisión de dióxido de carbono; la humanidad tendrá que tomar otras, como construir diques protectores en las ciudades, bajar la densidad poblacional en costas e islas y proteger el patrimonio genético de especies que inevitablemente van a extinguirse.
Con ese panorama más bien apocalíptico, en Cancún podrían abrirse algunas compuertas de negociación. Si bien se avizora que no habrá avances significativos sobre las medidas contra la reducción de gases de efecto invernadero, en otros aspectos se anuncian algunos logros. Es el caso de las discusiones para reducir la deforestación, cuyo fin es controlar el crecimiento de la frontera agrícola, un fenómeno
que po- ne en peligro los bosques.
El mecanismo, conocido como Redd+, aspira a financiar la protección de esas áreas, especialmente en países en desarrollo, señala Gabriel Labbate, coordinador regional de la Iniciativa de Pobreza y Medio Ambiente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Sin embargo, se trata de un tema controvertido, pues para algunas naciones, entre las que se cuenta Venezuela, una iniciativa de este tipo coloca la responsabilidad de reducir las emisiones contaminantes sobre las naciones en desarrollo, mientras los países industrializados siguen con su ritmo de crecimiento a costa de mantener sus niveles contaminantes.
El fondo de 3,5 millardos de dólares con el que cuenta Redd+ es financiado por países como Noruega, Japón y Francia y hasta ahora involucra, en Latinoamérica, a naciones como Colombia, Argentina, Panamá y Paraguay. Venezuela, que ya se ha opuesto en el pasado a negociaciones similares, no figura en la lista de las posibles beneficiadas por el programa.
Sánchez cree que la oposición venezolana a este tipo de opciones no se justifica. "No puede decirse que sea una forma de transferir responsabilidades, porque no hay una libertad absoluta para que los países desarrollados se aprovechen de este tipo de acciones sin control".
En todo caso, lo que está sobre la mesa rebasa las agendas de la retórica política. Los expertos coinciden en que, aunque no hay un punto en el planeta que esté libre de daños por el cambio climático, éste provoca más perjuicio en las zonas más vulnerables. Y América Latina es una de ellas.
"Este año, ha sido afectada por seis grandes tormentas que han causado deslizamientos e inundaciones en zonas donde antes esto no ocurría. La región tiene mucho que ganar con un resultado positivo en Cancún", afirma Figueres.
El futuro no es nada esperanzador para estos organismos, pues de continuar el aumento de los termómetros, como está ocurriendo, se anticipa que desaparecerán en 2070. "El resultado es que en muchas zonas del planeta no habrá protección contra el aumento del nivel del mar, una de las funciones que cumplen los arrecifes", advierte Jan Kappen, coordinador del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, con sede en Panamá.
Otros ecosistemas viven también momentos de agonía. Es el caso de los glaciares suramericanos, una reserva natural de agua potable de la que poco se habla. "La masa glaciar de la Patagonia, en Argentina, ha retrocedido hasta 35% en los últimos años. Lo mismo ocurre en montañas de Perú, Colombia y Chile. En los próximos 20 a 30 años se pueden perder los glaciares más importantes", señala Kappen.
Para quien busque más señales de los efectos perniciosos del cambio climático, el funcionario cita algunos ejemplos registrados por los expertos desde 1970 hasta 2009: el número de tormentas se ha multiplicado por doce y el de inundaciones suma cuatro veces más.
"Estamos frente a una gran encrucijada", indica José Sarukhán Kermez, coordinador de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad de México.
"¿Cuáles son los motores de lo que ocurre? El crecimiento poblacional, que impulsa una demanda muy grande de energía y de recursos. Ya sumamos 6,7 millardos de seres humanos y usamos 1,3 veces la capacidad del planeta. Para 2050, las proyecciones indican que seremos 9 millardos de personas y, con las exigencias de consumo actuales, necesitaremos los recursos equivalentes a 4 planetas Tierra para sobrevivir".
El colapso parece inevitable y las negociaciones para tratar de frenarlo, difíciles. Las conversaciones globales sobre el tema se reanudarán a partir de mañana en Cancún, México, durante la 16° conferencia de las partes firmantes de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que tratará de borrar el sabor amargo que dejó la reunión anterior, efectuada en diciembre pasado en Copenhague.
Punto de partida. En 1979 se celebró la primera Conferencia Mundial sobre Clima, en la que se presentaron informes contundentes sobre la injerencia del hombre en las alteraciones del ambiente. Pero hubo que esperar hasta 1990, cuando se publicó el Primer Informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (un grupo de expertos convocado por la ONU para analizar el fenómeno), para que se pusieran en marcha las negociaciones que arrojaron la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se firmó en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, con la adhesión de 188 países y la Unión Europea.
Desde entonces, periódicamente, se reúnen las partes firmantes de la convención con el propósito de alcanzar acuerdos que permitan frenar la contaminación que impulsa el cambio climático. Aunque los pactos parecen urgentes, no luce así el ritmo de las negociaciones, a menudo engorrosas y llenas de lobbies.
Mañana, en Cancún, volverá a ponerse de relieve el gran obstáculo para avanzar en los acuerdos: la renuencia de llegar a convenios sobre la reducción de los gases de efecto invernadero de los dos países más contaminantes, Estados Unidos y China, que no figuran como firmantes del Protocolo de Kioto, el pacto global que, precisamente, intenta poner coto a esas emisiones. "Ninguno de estos dos países ha aceptado un acuerdo para limitarlas o reducirlas en un determinado tiempo", recuerda Christiana Figueres, actual secretaria de la Convención de Cambio Climático de la ONU.
Por ello, son pocas las expectativas de que en el balneario mexicano se llegue a acuerdos sustantivos, admite Benito Jiménez, director de cambio climático de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, el país anfitrión. "Se deben tomar medidas para que la temperatura no aumente más de 2° C en los próximos años, pero no hay ningún acuerdo en la mano jurídicamente vinculante (que acarree sanciones al que lo incumpla)", señala.
Para el venezolano Juan Carlos Sánchez, coganador del Premio Nobel de la Paz por haber participado en el Panel Intergubernamental de Cambio Climático, las negociaciones están actualmente bloqueadas. "La esperada ley de energía limpia de Estados Unidos no va a salir a discusión después del resultado de las elecciones parlamentarias en ese país. Y si los estadounidenses no ponen nada sobre la mesa, China tampoco va a hacerlo", asegura.
La situación se complica aún más en un entorno de recesión económica. "La reducción de emisiones requiere muchísima inversión en nuevas tecnologías. Se trata de una transición costosa y no es el mejor momento para emprenderla", dice. Los otros actores de la conferencia, como el resto de los países emergentes, con la India a la cabeza; la Unión Europea, el G-77 (que agrupa a algunos de los países más pobres y afectados por los eventos climáticos) y el grupo del Alba, en el que se inscribe Venezuela, tienen sus jugadas condicionadas a los movimientos de los dos gigantes, indica Sánchez.
El panorama alimenta el pesimismo de expertos como Rodolfo Lacy, coordinador de programas del Centro para Estudios Estratégicos de Energía y Medio Ambiente, con sede en México. "Desde 1990, cuando se firmaron los primeros acuerdos, se ha duplicado la cantidad de CO2 en la atmósfera", señala. "A pesar de todos los discursos seguimos emitiendo gases de efecto invernadero".
Suben los termómetros. El principal indicador de la presión que la actividad humana ejerce sobre el clima es, precisamente, el nivel de dióxido de carbono y otros gases que contribuyen al efecto invernadero, debido al cual la atmósfera terrestre retiene más calor. Los registros señalan que a partir de la era industrial, la concentración de CO2 en la atmósfera, medida en partes por millón, ha aumentado de manera vertiginosa. "Este año ya alcanzamos la cifra récord de 386,6 partes por millón y vamos rumbo a 700, una cifra suicida", advierte Sarukhán.
El límite, recomendado por los expertos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, a las concentraciones del gas sobre la atmósfera fue de 450 partes por millón, para evitar un aumento de las temperaturas por encima de los 2° C.
El mismo panel concluyó en su último informe, emitido en 2007, que la temperatura aumentará 3° C en este siglo dos veces más que en la era preindustrial si no se logran detener las emisiones de gases de efecto invernadero. Las consecuencias son imprevisibles.
"La dificultad para explicar los efectos del cambio climático, aun si el mundo toma las medidas que se han recomendado, es que entramos en el terreno de las probabilidades", señala Lacy. Para explicarse, muestra lo que se denomina la "ruleta del clima", desarrollada por Ronald Prinn, del Instituto de Tecnología de Massachusetts. De acuerdo con esta metodología de cálculo de probabilidades, si no se toma ninguna medida adicional para reducir los gases de efecto invernadero, las temperaturas podrían aumentar hasta 7° C, con consecuencias catastróficas. Pero incluso si se toman previsiones y se logra estabilizar las emisiones de CO2 hasta 550 partes por millón, los termómetros podrían superar igualmente la temida frontera de los 3° C, con algunos efectos temibles que ya pueden anticiparse, como la pérdida de ecosistemas, entre ellos alrededor de 30% de las marismas costeras, la extinción de organismos como los corales e inundaciones y sequías generalizadas.
Sánchez considera que algunas señales del desastre podrían jugar a favor de las negociaciones en Cancún. "Las recientes inundaciones en Pakistán, que afectaron a un tercio del territorio, pueden considerarse como la catástrofe climática más grande de la historia. Dejaron 14 millones de damnificados y pérdidas de alrededor de 43 millardos de dólares". Pone en la lista también los incendios que asolaron Moscú, que vivió el verano más caluroso de su historia, con temperaturas récord de 37,2° C.
Avance posible. Lacy señala que, además de algunas medidas urgentes como "secuestrar" carbono de la atmósfera (mediante la reforestación, por ejemplo), migrar hacia fuentes renovables de energía de manera intensiva, reordenar el crecimiento urbano y el transporte, aumentar la eficiencia energética de las máquinas entre ellas los automóviles, que podrían ser híbridos, eléctricos o impulsados por energía solar y aplicar severos impuestos a la emisión de dióxido de carbono; la humanidad tendrá que tomar otras, como construir diques protectores en las ciudades, bajar la densidad poblacional en costas e islas y proteger el patrimonio genético de especies que inevitablemente van a extinguirse.
Con ese panorama más bien apocalíptico, en Cancún podrían abrirse algunas compuertas de negociación. Si bien se avizora que no habrá avances significativos sobre las medidas contra la reducción de gases de efecto invernadero, en otros aspectos se anuncian algunos logros. Es el caso de las discusiones para reducir la deforestación, cuyo fin es controlar el crecimiento de la frontera agrícola, un fenómeno
que po- ne en peligro los bosques.
El mecanismo, conocido como Redd+, aspira a financiar la protección de esas áreas, especialmente en países en desarrollo, señala Gabriel Labbate, coordinador regional de la Iniciativa de Pobreza y Medio Ambiente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Sin embargo, se trata de un tema controvertido, pues para algunas naciones, entre las que se cuenta Venezuela, una iniciativa de este tipo coloca la responsabilidad de reducir las emisiones contaminantes sobre las naciones en desarrollo, mientras los países industrializados siguen con su ritmo de crecimiento a costa de mantener sus niveles contaminantes.
El fondo de 3,5 millardos de dólares con el que cuenta Redd+ es financiado por países como Noruega, Japón y Francia y hasta ahora involucra, en Latinoamérica, a naciones como Colombia, Argentina, Panamá y Paraguay. Venezuela, que ya se ha opuesto en el pasado a negociaciones similares, no figura en la lista de las posibles beneficiadas por el programa.
Sánchez cree que la oposición venezolana a este tipo de opciones no se justifica. "No puede decirse que sea una forma de transferir responsabilidades, porque no hay una libertad absoluta para que los países desarrollados se aprovechen de este tipo de acciones sin control".
En todo caso, lo que está sobre la mesa rebasa las agendas de la retórica política. Los expertos coinciden en que, aunque no hay un punto en el planeta que esté libre de daños por el cambio climático, éste provoca más perjuicio en las zonas más vulnerables. Y América Latina es una de ellas.
"Este año, ha sido afectada por seis grandes tormentas que han causado deslizamientos e inundaciones en zonas donde antes esto no ocurría. La región tiene mucho que ganar con un resultado positivo en Cancún", afirma Figueres.
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